FINCA LA EMPERATRIZ; viñedo singular, historia y enoturismo
Descubriendo con los Hermanos Hernáiz los secretos de un viñedo y finca auténticos y las nuevas añadas de sus vinos premium en Rioja Alta.
Finca La Emperatriz es un viñedo histórico en Baños de Rioja que perteneció a la última Emperatriz de Francia, Eugenia de Montijo. La esposa de Napoleón III –artífice de la clasificación de Burdeos en Crus–, elaboraba vinos en esta finca en el siglo XIX, la calidad de los cuales ya fue reconocida en el concurso de vinos de la Exposición Universal de 1878.
Junto a Eduardo Hernáiz (al frente de la gestión del viñedo y de la bodega; su hermano Víctor encomienda su labor a tareas de tipo más comercial) disfrutamos de una visita enoturística cuyo punto clave es el viñedo que rodea a la bodega de Finca La Emperatriz: unas 85 hectáreas de viñedo de un total de las más de 100 hectáreas que ocupan la histórica finca. Y para ello, Eduardo nos centra en la parte sur de la finca: aquí, más en concreto, encontramos un viñedo muy especial, unas 30 hectáreas de viñas de uvas tintas tempranillo y garnacha y blancas de viura plantadas en vaso con una edad media de más de 60-70 años. Una vez más sucumbimos. a la tentación, nos atamos los cordones de los zapatos y volvimos a ponernos en marcha rumbo a La Rioja, gracias esta a nuestros convocantes y compañeros de Piazza Comunicación, Irene Martínez, Ane Recalde y Jesús Barreda.
Es ‘Viñedo Singular’, es decir la categoría de más alta calidad de la D.O.Ca. Rioja, que “reconoce la singularidad de un viñedo que por sus características se diferencia y distingue de los de su entorno, y del que se obtienen vinos con cualidades excepcionales”. “Es el viñedo más especial, el viñedo viejo, el que nos da el vino más calidad” incide Eduardo Hernáiz. “En el año 1996 mi familia pudo hacerse con este espectacular viñedo, y tras cuatro años vendiendo las uvas, mi hermano Víctor y yo decidimos cerrar el ciclo elaborando nuestros propios vinos. Desde entonces, nuestra idea siempre ha sido elaborar vinos sublimes”.
Y continúa ampliando matices respecto a esta singularidad de su finca: “En Rioja hay 200 hectáreas de ‘Viñedo Singular’; y 32 de esas hectáreas son nuestras. Tenemos 6 parcelas: 2 de tempranillo, 1 de garnacha y 3 de blanco viura. Decidimos meter todo en ‘Viñedo Singular’ porque era una figura que nos gustaba. Se pone foco en el origen, no en la madera. En los vinos tiene que salir el actor principal, la uva. El viñedo es guapo de por sí: no se puede hacer poda en verde, sólo despuntes, producir menos de 5.000 kg por hectárea… Así alcanzamos la maduración perfecta (vendimias en octubre, si tienes mucha uva, la planta tiene que trabajar a un ritmo en que no puede madurar todas las uvas bien…)”.
En nuestra visita, las viñas se exhiben verdes y frondosas. Pero en cualquier época del año es un viñedo de belleza exuberante; con esa hermosura innata de las cepas viejas en vaso, leñosas y retorcidas. Este paseo por la parte del viñedo más viejo de Finca La Emperatriz nos permite constatar la exquisita labor de restauración su autenticidad vitícola. El viñedo es la parte principal del proyecto, tanto en lo que se refiere a bodega y vinos como en lo concerniente a la propuesta enoturística. Y para ello en el año 2020 se restauraron las casas en las que antiguamente vivían los trabajadores de la finca. Además, también se ofrecen degustaciones de vinos para disfrutar tranquila y libremente en el jardín o en cualquiera de los espacios habilitados en la finca y la bodega. “Queremos que la gente disfrute al aire libre”.
Cuando la familia Hernáiz adquirió la finca, había que reestructurar y restaurar el viñedo. Así, aparte del viñedo más viejo (sistema de plantación tradicional ‘en vaso’); plantaron el nuevo (‘en espaldera’) conformando un total de 22 parcelas –23 en realidad desde 2021–. Las variedades de uva: tempranillo, garnacha y graciano en tintas, y viura en blancas. Características comunes: una finca única por su tipo de suelo, muy pobre y de canto rodado depositado por el río Oja hace miles de años, y por su ubicación, a 570 metros de altitud sobre el nivel del mar y en una de las zonas más frías de Rioja, en el extremo noroccidental de la provincia.
Esta finca está localizada a 10 km del río Ebro, en una zona más cercana al Atlántico que al Mediterráneo, lo que marca una influencia climatológica de tipo continental. Estamos a una hora del mar Cantábrico, y protegidos por la sierra riojana de la humedad y las nubes del Atlántico. Además, el viento que baja del norte es fresco pero seco; lo ideal para los vinos. Todo lo cual incide en el mismo porqué y razón de ser de Finca La Emperatriz y Hermanos Arnáiz como enclave no sólo enoturístico, sino, y más bien, vitivinícola y enológico. Como nos cuenta Eduardo Hernáiz, “en esta zona se hacían los tempranillos míticos de Rioja; tintos elegantes, más frescos por su acidez natural y que además envejecen muy bien. La maduración es como una cocción lenta, va más despacio y eso se transmite a las cualidades naturales de estos vinos en color, sabor, polifenoles, etc, etc”. “La viña agarra casi en cualquier sitio. Es una especie de arbusto, una planta muy dura. En este caso es un suelo muy pedregoso, donde la planta tiene que sufrir para buscar esa producción. Así se produce la buena maduración de los hollejos; es necesaria esa parte de estrés; la planta produce un hollejo más “duro” para proteger sus pepitas, su descendencia. Aquí estamos en el valle del río Oja (el primero de los siete valles que dan origen a la región de La Rioja). Esto es piedra de río, zona arenosa que drena muy bien, por ello zona de suelos pobres. Se produce más calidad que kilos de uva”.
Esta convicción y línea de actuación de la bodega se corresponde con una reflexión reposada, madurada y afinada en el tránsito de años, de lustros y ya décadas también. Los hermanos Hernáiz no eran originalmente bodegueros ni vinateros, aunque sí que tenían un fuerte vínculo profesional y empresarial con el campo y la viña. Finalmente se lanzaron a la aventura de hacer sus propios vinos. Y, de este modo, cosecha a cosecha, vendimia a vendimia, desde el año 1992 hasta el 2000 en que realizan su primera elaboración, la familia lo que hace es aprender sobre la finca, los suelos, las variedades, los comportamientos de las viñas… “Un camino marcado por el respeto al campo, a la tradición y al trabajo artesanal con el único propósito de recuperar la elegancia y el clasicismo de los vinos finos y de guarda de Rioja Alta”.
Como principales hitos podemos destacar que las parcelas más viejas se han certificado en viñedo ‘Ecológico’ y que la vendimia de 2023 será la primera “ecológica” en su totalidad, ya que hasta ahora sólo estaba certificada la parcela nº 5, que es de garnacha. A continuación se seguirá certificando el resto del viñedo, es decir, la viña joven, que tiene entre 20-25 años de edad. Y mientras, ellos siguen aprendiendo, como los buenos enólogos y viticultores, del prueba y error, madurando y afinando así, con el tiempo, como en los grandes vinos, los matices que convierten a su propia filosofía enológica en argumento de excelencia.
El año 2016 fue un punto de inflexión. Decidieron definitivamente reducir los rendimientos en la producción del viñedo e incorporar una nueva nave de elaboración con depósitos de hormigón. En 2019, Finca La Emperatriz fue reconocida como uno de los primeros 84 Viñedos Singulares de la D.O.Ca. Rioja, la categoría de más alta calidad de la denominación. A este rumbo también se orientan sus futuras actuaciones en una continua revisión de planteamientos y reestructuración de los nuevos viñedos. “Ahora estamos volviendo a plantar en vaso. Cogemos la genética del viñedo viejo (los sarmientos) y lo estamos utilizando para plantar garnacha y viura; empezaremos luego con tempranillo. En espaldera tienes que trabajar menos el viñedo y las uvas, puedes mecanizar el deshojado y la vendimia. Pero estamos viendo que ese tipo de formaciones duran mucho menos; la poda le hace sufrir más (aquí hacemos poda regenerativa). Tenemos más mortalidad de vides en el viñedo nuevo que en el viejo. Así que estamos volviendo a plantar viña como antes, porque nuestro proyecto es dejar viña para las próximas generaciones; una viña que incluso yo no voy a ver”.
Escuchamos las razones de Eduardo Hernáiz para hacer buenos vinos. Están cargadas de lógica y sentido común. Y nos convencen: “Ser modernos es volver a lo antiguo. En los años 90 nos convencieron de cosas que venían de otras partes del mundo y que hemos visto que no funciona; mientras que esto tiene siglos de historia. Es el conocimiento de generación tras generación y ahora lo corroboramos con estudios. Era lo que nos decían nuestros abuelos y tatarabuelos. Es cierto que ahora tenemos mucho más conocimiento y capacidad de medir cosas que antes pero cuanto más medimos y más hacemos, más nos hacen tomar las decisiones que tomaban nuestros antepasados”.
Reducción y restricción de producciones de kilogramos de uva por hectárea, vendimias a mano, primar la calidad sobre la cantidad, cuadrillas autóctonas riojanas, cubierta vegetal en toda la finca que mantiene el suelo vivo, riego por goteo sólo en años de sequía extrema –están ubicados sobre un acuífero enorme–… incluso dejar pasar añadas en alguna de sus referencias: “En el 2016 nos asentamos como bodega de vinos de calidad; sabíamos que uno de cada 6 ó 7 años no podríamos sacar esos vinos, habría que saltar alguna añada; pero siempre pensamos que sería por el exceso de lluvias en la zona (aquí se vendimia de octubre a noviembre, con alguna borrasca fuerte; se puede podrir la uva); y ha sido por lo opuesto, por exceso de calor. Aquí queremos hacer vinos que duren 20-30-40 años, tanto en blanco como en tinto; vinos de guarda de máxima calidad; y en el 2022 no se dieron las circunstancias”.
Esta misma aspiración de máxima calidad en sus vinos a partir de viñedos excepcionales, es la que trasladan los hermanos Hernáiz a sus diferentes proyectos, como los que desarrollan con su vino Las Cenizas, su emprendimiento más personal que nace a partir de unas 15 hectáreas de parcelas de viñedo que han pertenecido a la familia durante generaciones en Cenicero, el pueblo natal de Eduardo y Víctor Hernáiz; o, también en la zona de Rioja Alta, El Pedal, un vino para exportación, más fresco, frutal, para un consumo más rápido, que nace en diferentes parcelas de la zona de los municipios de Fuenmayor, Cenicero, Navarrete, Hornos de Moncalvillo y Baños de Rioja. Por último, Eduardo Hernáiz también nos adelanta un nuevo proyecto de vinos de parcelas muy viejas de viñedos de más de 100 años de edad. “Un proyectito de 2.500 botellas, vino super-premium muy muy especial, que hay que hacerlo todo a mano… Un proyecto romántico, casi de capricho, con un amigo…”.
Pero hoy estamos en Finca La Emperatriz y aquí llevan ya muchos años trabajando el viñedo viejo en viticultura ‘ecológica’. Por decirlo de alguna manera, también van cayendo de maduras y por su propio peso las ‘ecocertificaciones’ de las diferentes parcelas. Primero fue la tinta garnacha, luego los viñedos también tintos de tempranillos en 2018. Este año –cosecha 2023– ya pueden elaborar con el sello oficial de “Ecológico”; aunque, reconoce Eduardo, no lo hacen tanto por el sello en sí sino por su convencida creencia en la relación directa de este modo de agricultura con el vino de máxima calidad, capaz de competir a cualquier nivel en todo el mundo. Variedades, orientación, suelos… A la viña le cuesta unos años acostumbrarse, pero una vez que lo hace los resultados cualitativos son evidentes y perdurables. En cifras, por resumir, en este enclave se producen aproximadamente 300.000 botellas (de las que el 50-55% se destina a la exportación). Entre 40.000 y 60.000 botellas son de Finca La Emperatriz, sus referencias de premium, tanto en blanco como en tinto, y el resto es de El Jardín de La Emperatriz, su segunda marca, también blanco (unas 40.000-50.000 botellas) y tinto (el más vendido, unas 200.000). Por su parte de Las Cenizas se elaboran unas 15.000 botellas y de El Pedal otras 60.000-80.000 botellas.
Abreviando, en Finca La Emperatriz, todo su viñedo terminará siendo ‘Ecológico’. Mientras que su ‘Viñedo Singular’, el más viejo, de entre 60-70 años de edad son, como decíamos, 32 hectáreas; que es una gran extensión para Rioja. Realmente, Finca La Emperatriz es una finca vitícola única. Una rareza riojana ya que aquí lo normal es que las fincas se vayan partiendo consecutiva y progresivamente por herencia (la extensión media es de 2 hectáreas). Pero aquí el terruño tiene 100 hectáreas; porque desde sus orígenes perteneció a la aristocracia, a la emperatriz Eugenia de Montijo. Cuando ella muere la compran industriales guipuzcoanos y la mantienen. Posteriormente pasa por varias manos hasta que se la queda una Caja de Ahorros local por la quiebra de un propietario. Luego, en la época de Franco, la compra un general, también aristócrata, el Conde de Torre-Muzquiz. Como tenía múltiples posesiones, esta finca entera le tocó en herencia sólo a un hijo. Este parece ser que era un poco desastre, y rápido tuvo que venderla y deshacerse de ella… Y ahí entran ya en juego los hermanos Hernáiz que la compran a finales del pasado siglo XX.
Toda este relato intrahistórico de la finca pone de manifiesto que mantener sus 100 hectáreas unidas ha sido prácticamente un designio divino. La diosa fortuna ha desplegado durante siglos su manto protector a estos viñedos para mantener esa unidad y esas condiciones singulares únicas. Por una parte, esta estructura de viñedo viejo se ha podido mantener por esa cierta dejadez de sucesivos propietarios. Y, una vez que llega la familia Hernáiz, se dan las condiciones sectoriales e históricas exactas para poder hacerse con la propiedad completa de la Finca La Emperatriz en las mejores condiciones.
“Nosotros la compramos en unos años en que las bodegas no compraban viñedo. En ese momento aquí sólo estaba el viñedo viejo. En La Rioja, los agricultores vendían a buen precio la uva; y por su parte, las bodegas todo el dinero que invertían lo hacían en nuevas barricas, nuevos depósitos, labores de elaboración… y la mayoría de agricultores no quería viñedo viejo porque este tiene muy poco rendimiento, se pagaba igual la uva de calidad que la de no calidad. Y entonces las fincas con mucho viñedo viejo estaban devaluadas”. Casualidades por las que se ha mantenido así un viñedo excepcional, a casi 600 metros de altitud (como, por ejemplo, en el afamado San Vicente de la Sonsierra), aunque no lo parezca.
Enoturismo: Las Villas Finca La Emperatriz
Volvemos paseando de nuevo al edificio principal y bodega; pero antes hacemos una breve parada e incursión en una de las tres casitas destinadas para enoturismo (prácticamente un apartahotel de lujo). Situadas en el corazón del viñedo histórico, aparte de su privilegiada ubicación, muy cerca de las principales localidades turísticas de La Rioja, como nos explican, constituyen una experiencia enoturística diferente. Se trata de la rehabilitación, actualización y adaptación de las viviendas históricas en que se alojaban trabajadores de la finca. Cuentan con todas las comodidades y están perfectamente equipadas; las tres además con su terraza y jardín privado. “Para sentirte cómo en casa, para venir y desconectar por completo”.
Hay dos villas que son familiares (ideales para compartir también con amigos) y la tercera sería una suite especial. Eduardo Hernáiz se muestra satisfecho y orgulloso de esta propuesta enoturística, tan singular como su propio viñedo. “Cada vez tenemos más visitas y actividades. Las vistas al viñedo son espectaculares, especialmente en los atardeceres al estar orientadas al oeste. En el jardín hay también parterres de tomates, pimientos… Hacemos el checking a los clientes y les enseñamos a coger tomates”.
También nos cuentan que su éxito es especialmente reseñable a nivel internacional. Destaca además el hecho de que mucha gente hace estancias largas (2-3 noches), y que incluso casi no salen de la casa. “Hay buena conexión Wi-Fi para poder trabajar. Estamos a una hora y menos de una hora de Bilbao, Logroño, Ezcaray, Santo Somingo, los Monasterios Patrimonio de la Humanidad de Yuso y Suso, a poco más de una hora está Burgos, San Sebastián, Atapuerca…”. Podríamos asegurar que estamos en medio de la nada o que estamos en el meollo de todo.
“Les dejamos embutido, naranjas, bollería… les dejamos independencia de horarios… Surtimos según petición (quesos, embutidos, latas…)… Un buen vino, estas vistas y a disfrutar. Si quieres, puedes cocinar. El que quiera hacerse un huevo… Aunque tenemos licencia de hotel, no es esa la idea. La idea es casi la de un apartamento, como si estuvieras en tu casa. Aunque, eso sí, facilitamos todos los servicios; como una comida, que se puede preparar sobre encargo. Pero tienes todas las opciones; también puedes ir a cualquier carnicería de pueblo y luego te la puedes hacer en tu villa…”.
“La idea del proyecto de enoturismo, aparte de ir haciéndolo poco a poco, era recuperar los antiguos edificios históricos de la finca. Aquí vivían hasta 14 ó 15 familias que trabajaban en la finca. La mejor manera de conservar las cosas es ponerlas en uso y darles un sentido. Si no, se van dejando, se van dejando, se deterioran y al final se pierden”.
El WineBar y El Pabellón para eventos y celebraciones
Tras la visita a Las Villas, se está acercando una tormenta, así que nuestros anfitriones han dispuesto todo para catar y degustar sus vinos en el interior del edificio principal. Prologamos primero en sus coquetos WineBar, terraza y tienda. Es ‘El Jardín de la Emperatriz’. Este espacio también está a libre disposición de los huéspedes y abierto al público sin necesidad de reserva previa; aunque con un horario limitado, ya que se cierra a las 6 de la tarde. Sus magníficas vistas a la Sierra de la Demanda y San Lorenzo son una invitación explícita para disfrutar de manera informal y distendida de una copa de vino entre viñedos. En el WineBar se pueden tomar unas tapas, organizar comidas de grupo, preparar catas de vinos…
Un preámbulo perfecto para eventos y celebraciones que se pueden disponer con mayor amplitud y capacidad en El Pabellón. “Nuestra idea de enoturismo va cogiendo fuerza y la verdad es que cada vez va a más. Lo hemos profesionalizado, hemos metido personal con más conocimiento y pretendemos dotarlo de más servicios, todo orientado a un público también más exigente”.
El Pabellón, que antiguamente era que una zona de almacén, se recuperó, reconstruyó y rehabilitó para convertirse en una zona y sala multiusos; para organizar desde las más exclusivas catas a eventos masivos de hasta 200 personas. Este espacio original de la bodega superaba los tamaños convencionales de la época, lo que demuestra que ya en su tiempo el vino que se elaboraba tenía más perspectivas comerciales que el mero consumo personal de la emperatriz, de sus familiares, amigos e invitados.
Catamos los vinos y empezamos a tapear…
Atravesamos el umbral y nos disponemos a compartir el anhelo de los hermanos Hernáiz: esa añoranza de hacer un vino, Finca La Emperatriz, que homenajeara a su pueblo natal, que además recuperara esa esencia de los vinos de Cenicero, un vino que enamorara. Y parece que lo han conseguido: “desde que lo presentamos en el año 2018 se agota siempre antes de que la siguiente añada esté disponible”.
Posteriormente, con la llegada de Las Cenizas y El Pedal, se formaron las tres marcas que se amparan en el paraguas de Viñedos Hermanos Hernáiz. Las tres referencias –que además se elaboran aquí, en las instalaciones de bodega de Finca La Emperatriz– afianzan la propuesta marcando el origen.
Dicho lo cual, nosotros seguimos a lo nuestro e iniciamos la cata y degustación de sus vinos. De principio, empezamos a tapear con embutido para degustar sus referencias, digamos, más comerciales, su segunda marca: Jardín de la Emperatriz. Por centrarnos un poquito y diferenciar, digamos que estos vinos provienen de uva del viñedo más joven.
Jardín de la Emperatriz Blanco 2022.
100% Viura. Blanco joven. Fresco. Se elabora en depósito de acero inoxidable para mantener aromas frutales y frescura. Melocotón, manzana, cítricos. Nos agrada su buena acidez y estructura, e incluso percibimos cierta untuosidad.
Jardín de la Emperatriz Tinto 2019.
Tinto elaborado con uvas 92% tempranillo, 6% garnacha, 2% graciano. La garnacha proviene de viñedo viejo. En su elaboración se emplean levaduras indígenas en la mitad de los depósitos. La fermentación maloláctica la realiza en depósito de acero y hormigón. El vino pasó a barrica en el mes de marzo. Crianza: 12 meses en barricas (sólo un 10% roble nuevo) de roble 70% americano y 30% francés. Aunque tiene aún un poquito de tanino a pulir con tiempo en botella, demuestra, así mismo, que es un vino con vida por delante. Marca su personalidad la uva tempranillo. Es potente y afrutado, muy sabroso. Gastronómico.
Hemos comenzado con las mejores expectativas. Y tras el aperitivo nos hemos enfrascado en un auténtico almuerzo, dando rienda suelta a la mandíbula con las sencillas y generosas delicias tradicionales: Tabla de embutidos ibéricos y quesos; Anchoa del Cantábrico sobre pan de cristal; Ensalada de tomate con ventresca de bonito; Puerros con su vinagreta. La conversación fluye y Eduardo sigue desgranando con generosidad detalles de este proyecto familiar, vital y vitivinícola. Sus vinos están hechos para disfrutar, pero al tiempo están dotados de una complejidad y carácter que, estamos seguros, serían del sumo agrado de la propia Eugenia de Montijo y de más que buena parte de la saga de los Bonaparte. Su finca, sin duda, finalmente ha caído en las mejores manos posibles.
“El viñedo se trabaja con una filosofía de profundo respeto por el entorno. Por ello, en toda la finca se desarrolla una actividad agrícola responsable y sostenible en la que se ha sustituido el uso de insecticidas por feromonas, y se han eliminado los herbicidas dejando cubiertas vegetales. Además, los restos de poda anual se usan como abono y, en las ocasiones en que son necesarios, se emplean tratamientos recomendados en el cultivo orgánico. Un camino emprendido con el firme compromiso de cuidar el medio ambiente y el ecosistema para las generaciones futuras; y el objetivo de conseguir la certificación oficial de viticultura orgánica”.
Los dos vinos premium Finca La Emperatriz, tanto el blanco como el tinto, de la cosecha del año pasado –2022– han decidido no sacarlos. “Estos son vinos que necesitan de frescor ya que somos vinos del frío dentro del clima cálido. Si no pasan nuestro corte de calidad, esas referencias no salen al mercado”. “En tintos tenemos tempranillo y garnacha en los viñedos viejos, y en el más joven metemos algo de graciano y maturana tinta. Nuestra paleta de variedades. Pero, en Finca La Emperatriz, sólo lleva tempranillo y garnacha, y una pizca de viura, para los tintos; y 100% viura vieja en el blanco”.
Por lo tanto, ya sólo queda abandonarnos a los platos principales del menú, que son perfectos compañeros gastronómicos de los dos vinos que nos quedan por probar: Pochas riojanas con verduras de la huerta y almejas; Chuletillas asadas al sarmiento con patatas panadera y pimientos; terminando con Tarta de queso casera al estilo de La Viña.
Finca La Emperatriz Blanco 2018.
Un blanco 100% viura, de crianza larga, con todo el clasicismo de Rioja, para aguantar 20-30 años. Fermenta la mitad en barrica y la mitad en hormigón, se junta y permanece un año en barrica principalmente de roble francés. Después de este periodo de crianza de 1 año, se mete con sus lías finas en depósito de hormigón otro año más. Después de este año, otro más en botella antes de salir al mercado.
Es decir, siempre sale un vino con al menos 4 años de crianza. Así, cuando este blanco tiene 10 años, no se nota esa edad, no ha empezado a envejecer. A nosotros se nos muestra como un blanco realmente bien armado. Posee potencia, muy buena estructura, mucho peso en boca, graso, ancho en su paso, con excelente acidez, recuerdos tostados muy finos, componiendo un marco sensorial y gustativo muy gastronómico. De este modo, nos cuenta Eduardo que es muy recomendado en restaurantes en sus menús largos con platos de verdura, que es lo más difícil de maridar; “con estos blancos es con lo que mejor va... Y para gente que sólo bebe blanco… es algo especial, es más… Hoy lo vamos a tomar con unas chuletillas y veréis que aguanta perfectamente”.
Finca La Emperatriz Tinto 2018.
Es su vino más conocido. Se elabora a partir del coupage de uvas 72% tempranillo, 24% garnacha, 4% viura, todo procedente de viñedo viejo. La peculiaridad en su elaboración es que se fermenta toda la uva junta, a la vez. “Como se hacía antiguamente con los vinos, como a principios de los 70”, nos apunta Eduardo. Es decir, en resumidas cuentas, vuelta a la finura y a la tradición. Aunque también nos reconoce que no fue alumbramiento de un solo día, sino el resultado de multitud de pruebas a lo largo de todos estos años. Buscaban acidez y frescura. “Es nuestro vino más moderno pero el más artesanal y a la antigua usanza. Ni siquiera hacemos pie de cuba –fermentación natural por la propia levadura autóctona del viñedo, y no se utiliza tartárico para estabilizar–. No tenemos problemas ni de fermentaciones ni de aromas raros... Le da mucha personalidad a los vinos”.
Sin duda, coincidimos. Un tinto especial y singular, con una evidente finura que empieza a disfrutarse desde su entrada en la boca con un tacto muy agradable al paladar. Es sedoso y aterciopelado, con un tanino redondo, fino y afinado, con un gusto sabroso, recuerdos y nítidas notas de fruta en sazón y madura, y con una presencia de matices tostados del roble y la crianza en madera en perfecto equilibrio e integración. Todo ello no exento de complejidad, en un amplio abanico de sensaciones amables y placenteras.
Nos ha quedado un larguísimo retrogusto y un placentero recuerdo de nuestra visita y vuestros vinos. Finca La Emperatriz y Hermanos Hernáiz, enhorabuena, mucho ánimo en vuestra trayectoria, que también auguramos placentera y plena de éxito y reconocimiento…
Y, una vez más, ¡gracias por compartirlo!
Brindamos con y por vosotros. #Cheers!!!
FINCA LA EMPERATRIZ – Hermanos Hernáiz
Finca Viña La Emperatriz s/n
26241 Baños de Rioja (La Rioja)
Tel. +34 941 300 105
E-mail: correo@hermanoshernaiz.com
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